Un grupo heterogéneo de oficiales aliados recluidos en un campo de prisioneros alemán de máxima seguridad -aquí, Colditz, un castillo al que el alto mando alemán enviaba a los expertos en fugas- desafía los poderosos muros de su encierro con imaginación y coraje. Al principio son sólo intentonas frustradas y dispersas, que se convierten en la gran evasión.