En el año 2017, Delfina regresa de Nueva York a un pequeño pueblo ribereño en la provincia de Buenos Aires. Allí visita la tumba de una mujer mayor y la de una joven que es idéntica a ella, llamada Julia. A partir de la identidad de estos dos rostros, la joven viva y la muerta, una serie de recuerdos se despliegan: algunos de la infancia de Delfina, otros de su padre Juan. Juan, a los 25 años, descubre que es hijo de desaparecidos. Mientras lleva a cabo el proceso de descubrir su verdadera identidad, conoce a Julia, joven de la que se enamora y quien trágicamente muere en un accidente. Muchos años más tarde, Juan está casado con otra mujer, Berenice, y tiene una hija llamada Delfina. Sin embargo, el amor del pasado vuelve a colarse en su vida: hay varios indicios de que su hija podría estar relacionada con Julia, como si de alguna manera, su sangre hubiese transmitido la huella de ese primer amor.