En "Corazón de perro" un médico que investiga el rejuvenecimiento humano implanta en el cerebro de un vapuleado, pero amable y reflexivo perro callejero, la hipófisis de un delincuente. El perro, lejos de rejuvenecer, se transforma en un ser humano física y moralmente repulsivo, que termina por afiliarse al partido comunista y consigue ser nombrado "subdirector del subdepartamento de limpieza de animales vagabundos", convirtiendo la vida del atribulado científico en una pesadilla.